Tiempo ha que el ilustre ser humano plasma sus más mórbidos deseos en las artes plásticas. La historia de la pornografía se remonta a los comienzos del ser humano y prueba de ello son las numerosas manifestaciones de la misma a lo largo y ancho de nuestra existencia.
Sin embargo el objetivo de este artículo no es el contar la historia de tan noble e innoble arte como supone la pornografía. El que quiera informarse de su loable historia le recomiendo este artículo de la sagrada Wikipedia.
La razón de este escrito me lleva mucho más allá de las tetas y los culos, pues quiero plantearle al lector una pregunta.
¿Es la pornografía la que dictamina los gustos sexuales o son los gustos sexuales los que condicionan la pornografía?
Me explico mejor viciosos lectores. El consumidor o consumidora de porno puede encontrar a su disposición una amplia oferta de posibilidades que varía desde la pornografía de toda la vida de dios a bizarras creaciones dignas de las más perturbadas mentes.
Las fantasías sexuales se basan en muchos factores, entre ellos en lo prohibido, pero también en la emulación de lo que uno ve que otros hacen.
Si todas las escenas porno terminan con que el maromo firma la tez de su compañera con su líquido elemento, es harto probable que cuando estés con tu novia quieras imitarle en todos los aspectos. Querrás ser el que más la haga gozar, el que más dure, el que más grande la tenga y querrás hacer todo lo que el hizo.
A veces me pregunto si no nos condicionamos demasiado en la cama a lo que hemos visto y oído en vez de a lo que de verdad queremos hacer.
Así que os planteo que me respondáis que pensáis vosotros en los comentarios.
¿El Porno nos condiciona o somos nosotros los que condicionamos al porno?
Tú vocifera, que nosotros nos reímos...