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Archive for septiembre 2011


Buenas tardes queridos lectores.
Hoy vengo a hablares de un tema escamoso, por el cual muchas personas me pegarían si pudieran: El Fútbol (o como diría nuestro entrañable amigo Perico: Fúrgol). Con ésto de la crisis ha salido muchísima gente a la calle a protestar, que si recortes en sanidad y educación, que si bajarle el sueldo a los políticos, que si panes, que si chorizos, pero… ¿qué pasa con el fútbol?

En éste nuestro gran pais, somos mucho de protestar, pero poco de hacer y, sobre todo, somos mucho de protestar contra lo que nos dicen que hay que protestar. Si sale en la tele que el alcalde de Villanabo de Abajo cobra más que yo: GUERRA, si los presentadores de TV cobran una pasta: GUERRA, si un jugador de fútbol cobra cifras astronómicas: GUE…espera espera espera… eso, señoras y señores, en este pais NO ESTÁ MAL VISTO. Así, tal como suena, en España no tenemos dinero, quieren hacer recortes en servicios públicos pero, ¡hey! ¡No pasa nada por fichar a un jugador por 5 millones de euros! El fútbol podría calificarse ya como el nuevo «opio del pueblo».

¿Es que a nadie le parece mal que un tio que se dedica a darle patadas a un balón cobre una cantidad absurda de dinero frente al sueldo de mierda que tiene un director de un hospital, o un maestro? Y metiéndonos en el tema deportes… ¿Por qué tanta diferencia entre un atleta profesional, entrenado para las olimpiadas y un futbolista? ¿Por qué permitimos que los clubes de fútbol manejen tales cantidades de dinero delante de nuestras narices? ¿Como dejamos que nos restrieguen por la cara millones de euros para contratar a un jugador? Ojo, no tengo nada en contra del fútbol como deporte, pero no me parece bien que se crucifique a ciertos cargos (ya no solo políticos) por sus «sueldos exagerados» pero luego preguntes:
– Hey, ¿que te parece que el madrid haya fichado a Paco el del bombo por 7 millones?
– Perfecto, este año ganamos.
Estas son las cosas de las que me quejo, y no son tan descabelladas como suenan.

Para terminar, os dejaré con mi opinión personal y utópica de lo que debería ser el fútbol. No me parece mal que haya deportistas (futbolistas en este caso) que cobren por hacer lo que se les da bien pero… ¿Por qué no estipular un sueldo base y un sueldo tope? Tanto para futbolistas, como entrenadores, como el presupuesto de un club de fútbol. Solamente con lo que cobra un jugador en un año (y podría decir algunos meses) se podrían solucionar unos cuantos de los problemas económicos de cada pais. Pero claro, eso le quitaría el glamour y el caché y nadie está dispuesto a rebajar la Champions al nivel de los Juegos de Invierno. Por desgracia, para que esto se cumpliera tendría que ponerse Europa entera a rebajarle el sueldo a esa mafia de clubes y jugadores… y no va a pasar.

Estas son mis cavilaciones, y así os las cuento. Os dejo con una canción relacionada con el tema y volveréis a saber de mi en próx…
¡Coño, que empieza el partido!

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La saga del Tío Perico Vol I


Hace eones, cuando los delfines dominaban la tierra… no espera, ésta historia no comienza así.

Hace años, cuando Internet aún no dominaba la tierra, los seres humanos tenían un peculiar modo de comunicarse entre ellos.

Se trataba, de la conversación oral.

No existían por entonces inventos diabólicos como el mésenye, el fesibus o el tuiter, sino que los medios básicos para transmitir ideas pasaban por tener cara a cara al receptor de tu mensaje.

Nuestra historia comienza en aquellos dorados años, concretamente en ese turbio periodo historíco conocido como «Los 80», en un pequeño pueblo de la Sierra de Cádiz llamado Benaocaz. Fue allí donde, un sagaz e intrépido pastor llamado Pedro Sánchez Frutos, recorría día si día también los bellos y agrestes campos que componen la Sierra del Endrinal, llevando tras de si a su rebaño de apestosas y carismáticas cabras, bebiendo vino de la bota y cantando a pleno pulmón una serie de obscenas tonadillas dignas de la más plomiza censura.

Benaocaz desde "El ojo del moro"

Corría pues, Noviembre año 1981, contando nuestro héroe con la tierna edad de 29 años, cuando un suceso a simple vista desafortunado y furibundo, cambió para siempre la vida de aquel inculto y simpático paleto.

-¡Mecagüendios!- Exclamó Pedro, al observar como las nubes se arremolinaban en torno a las montañas, presagiando una densa y larga tarde de lluvia.

-Ala, ar caraho chiquillas, ¡Noh vamo pa casa!- Le espetó a sus cabras. Era suya la costumbre el tratar a su rebaño como si de personas de cuestionable inteligencia se tratasen, cosa de pastores solitarios. Se puso en camino de vuelta al hogar, horas antes de lo previsto para evitar la pluviosidad. A pesar de que le preocupaba la inmensa y temible putada que se le venía encima al no poder darle de comer a sus chiquillas ese día, la posibilidad de pasar más tiempo con su mujer le daba algo de alegría.

Josefa Pérez, alias «La hija del panadero» era ni más ni menos, que la voluptuosa y atractiva hija del panadero (¿Quién lo habría imaginado?) Además de ser, desde hacía menos de un año, la feliz esposa de nuestro amigo Pedro. Vivían en una pequeña casa en el centro del pueblo, muy cerca del redil donde las chiquillas pasaban la noche. Tenía una chimenea y un televisor, lo que los convertía en unos privilegiados sociales, estando dentro de las más altas esferas nobiliarias del pueblo. Su salón era a menudo centro de reuniones de todo tipo.

Sin embargo, aquel funesto día de noviembre de 1981 la reunión que acaecía encima de la robusta mesa de pino era de una índole muy diferente a la que se solía celebrar allí.

Irrumpió Pedro con estilo Picapiedra en el salón al grito de «¡Joseeefa! ¡enpacá!» portando una gran sonrisa que se desvaneció ipsofacto al ver a Joaquín «El payoyo» cabalgando de forma frenética a su bella esposa sobre la madera de su adorada mesa de pino. El grito que todos los presentes emitieron (algunos más agudos que otros, que Pedro fue soprano en la escuela del pueblo) hizo que la copula finalizara de forma violenta, y mientras la semilla Payoya se esparcía por el suelo y el sofa de Sky a partes iguales, la mano de Pedro se acercaba peligrosamente a la escopeta que tenía detrás de la puerta.

Tras muchos gritos, amenazas, bailes populares (aún no se sabe qué motivó al Payoyo a intentar salvar el pescuezo marcándose una sevillana) Josefa convenció a Pedro para que no friera a tiros al joven quesero, y que lo hablaran, que todo podía solucionarse.

El sonoro «Y un caraho pa tí, mala perra» emitido por la garganta de nuestro héroe puso punto final a la vida pastoril del bueno de Pedro.

Ahora se encontraba traicionado por lo que más quería y deseoso de marcharse de aquel pueblo, blanco como los líquidos traicioneros desperdigados por Joaquín sobre su sofá, por lo que empaquetó lo poco que tenía, vendió su rebaño, y cogió la carretera hacia Ubrique sin saber muy bien qué leches iba a hacer fuera del pueblo en el que había pasado toda su vida…

-CONTINUARÁ LA SEMANA QUE VIENE-

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Hace ya un tiempo que por casualidades del destino, buscando algo esquizofrénico por YouTube para variar, me tope con las animaciones de un tal Vince Collins. Enseguida comprendí que no estaba ante cualquier animación, estaba ante algo sumamente surrealista y mágico.

De Vince Collins pocos datos puedo aportar, ya que las referencias en internet son algo escasas. Fue, y seguirá siendo supongo, un cineasta y animador estadounidense de cine underground y animaciones experimentales. Su mayor actividad data de los años 70, época en la que explotó su ingenio; casualidad o no tan casualidad de que fuera en la época de auge de las sustancias psicoactivas.

Algunos sienten angustia, otros fascinación. Y como bien dicen, una imagen vale mas que mil palabras. Así que me dejo de parrafear y procedo a dejaros una muestra de lo que mas me ha llamado la atención de su trabajo.

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Quién nos diría que visitarían el blog más de 10.000 idiotas…

Cuando creamos el blog pensábamos que iba a ser una de tantas estupideces que llevamos a cabo y que perecen en el más absoluto y mísero olvido, pero mira tu por donde, tiene un índice de visitas diarias nada desdeñables, por lo que ya toca una pequeña renovación.

Se intentará cambiar un poco el aspectillo gráfico, que está entre lo cutre y lo entrañable, y además, a partir del domingo estrenaremos una nueva sección. No os voy a decir que es, pero os recomiendo que estéis atentos pues va a ser lo más irreverente que hayamos escrito nunca.

Tío Perico is coming…

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A pesar de que ya hace tiempo que terminaron las JMJ me presento hoy aquí con una recetilla que me quedé con las ganas de darle a probar al sumo pontífice, y que hará las delicias de cualquier incauto que se siente a vuestra mesa.

Los que me conocen saben que soy un forofo de la nouvelle cuisine y que, desde aquella vez que por accidente (*yao face*) convertí palomitas de microondas en balines de carabina, intento irme superando en lo que a matar la gusa se refiere. Pues bien, de tanto ver a Ferrán Adriá hacer chuminadas y de no aprender nada con los chistes de Arguiñano, llegó el día en que decidí hacer lo propio: aprender primero lo básico antes de pasar al nivel experto. Y eso me llevó a integrarme en un campamento de preparamiento intensivo de revueltos, donde aprendí el arte de revolver un huevo sin que se revuelvan mis tripas. Aquí empiezan las lecciones del maestro.

Benedicto (Equis Uve Palito) cuando le preguntaron que cómo de grande le gustaban. Los revueltos, claro está.

Ingredientes:

  • Huevo (los que sean, recomiendo uno por comensal)
  • Aceite de Oliva
  • Más cosas, ¡¡hay que darle sustancia!!
  • Sal, pimienta y especias al gusto.

Preparación:

  • En una sartén poner el aceite a calentar.
  • Sofreír la sustancia genérica que vayamos a echarle.
  • Batir el huevo.
  • Verter el huevo sobre la sustancia frita.
  • Revolver hasta que el huevo se ponga amarillito tipo tortilla francesa.

Consejos y truquetes:

  • Asegúrate siempre de que los huevos son frescos.
  • No importa realmente lo que revuelvas con el huevo, pero asegúrate de que podrás soportar la combinación de sabores.
  • El huevo es lo último siempre. Es lo que más rápido se prepara, así que asegúrate de que la sustancia está bien cocinada antes de echarlo.
  • Batir el huevo puede ser muy fácil o muy cansado. Las madres lo baten a la perfección en su platito y con ese repiqueteo de tenedor. Sin embargo, si tú vas con prisas, te recomiendo que lo eches en un vaso y remuevas con un tenedor o cuchillo. Es infinitamente más rápido y el resultado no dista demasiado.
  • No te pases con la sal.
  • Cuando esté todo en la sartén asegúrate de revolver bien, puede ocurrir que te queden mucha «costra» (huevo cuajado) por una parte y nada de huevo por otras.

Os habréis dado cuenta de que es fácil con maldad. Ésta, como la anterior, es una receta que sirve perfectamente para aprovechar las sobras de otros días o para acabar con el contenido de latas abiertas en frigorífico, etc. A pesar de todo, seguro que muchos coincidís conmigo en que hay un ingrediente que hace que un revuelto simplemente suba de categoría, y me refiero a la magnánima y santísima: a la patata frita.

Muchos estudiosos e ilustrados podrían definir el revuelto de patatas (o papas) como «aquella tortilla en la que se quedaron cortos con el huevo», gran verdad, pero una tortilla española, campera, o como más nos guste simplemente no es lo mismo que un revuelto; las omelettes pa los gabachos. Por razones como esta, cuando hacemos un revuelto hay que hacerlo con estilo, y tenemos que buscar ideas que nos eleven al estatus necesario. Yo encontré la mía en un bar típico de mi ciudad, donde el andalusismo está arraigado y son unos maestros como pocos quedan. La idea en sí no tiene más tutía y debo decir que todos los no-andaluces que me han visto prepararla se han echado las manos a la cabeza, pero digo también que ninguno quedó descontento.

Pequeña anécdota: Andaba yo por Padua (Italia) con un grupo de españoles variopintos bastante hambrientos y decidiendo la cena. La gente decía «pasta» y yo era como «WTF! Llevamos 3 meses en italia, estoy de pasta hasta los cremásteres» y me decían «pues cocina tú» y yo decía «pues vale» y decían «pues no nos fiámos, ¿qué vas a hacer?» y yo decía «revuelto de papas» y contestaban «yo no frío, ni pelo, ni corto papas» y yo decía «no va a hacer falta» y se extrañaban «tú estás loco» y yo «qué te juegas» y contestaron «te pagamos to lo que bebas hoy» y yo… FUCK YEAH! Cuando me vieron salir del super con la compra y las patatas comprendieron su error. En efecto, lo que propongo aquí es hacer el revuelto con patatas CHIPS.

Cómo se nota que a Adolfito no le daban cosas de estas. Se le habrían quitado las ganas de conquistar Europa...

Revuelto Pontífice (para 2 personas):

  • 2 huevos.
  • un paquetillo de jamón a taquitos o bacon.
  • una latilla de champiñones, los escurrimos, ¿eh?.
  • un paquete de patatas.
  • Aceite de Oliva, sal y pimienta.

Pues lo mismo de antes. Hacemos el revoltillo. Primero el bacon, después champiñones y después las patatas. Las patatas las podemos machacar bien (dentro de la misma bolsa) antes de echarlas, depende de cómo de grande queramos el «tropezón». Ahora elegimos el grado de dureza o crujientez de la papa, sencillo, con las patatas en la sartén las podemos rociar con un poco de aceite frío si queremos que se pongan «blandurrias». Por último ya, la batida de huevo. Y TA-CHÁN, no os imagináis el cebollón que me pillé esa noche.

Otros revueltos a probar:

-Cowabunga: papas, peperoni, orégano, y cuando lo sirvamos le echamos mozzarella rallado por encima mientras está caliente.

-Octubre Rojo: papas, gambas, mejillones en escabeche (le echamos el escabeche y todo), tomate natural bien rallado, y albahaca.

-El empaste marino: papas, atún, melva, y paté de anchoas (se deshace con el aceite y queda muy suave).

Y ahora os dejo antes de que me vuelva a entrar hambre.

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Siempre me ha llamado poderosamente la atención la imperiosa necesidad de los seres humanos de mostrar al público en general sus emociones.

Por supuesto, entiendo que necesitemos y queramos que nuestros seres más queridos, ya sea tu pareja, amistades o tu familia, sepan lo que te alegra y disgusta. Sin embargo, en donde pretendo ahondar es en esa curiosa faceta que tenemos, acentuada con el auge de las redes sociales, de mostrar en todo momento cómo nos sentimos frente a una mayoría de usuarios que ni nos conoce, ni nos conocerá.

Me resulta curioso que nos importe que todo un colectivo de desconocidos conozca lo que acontece en nuestras vidas. Es decir, ¿Por qué a un usuario de guatemala iba a importarle si yo éste sábado me he peleado con mengano y estoy triste? La respuesta lógica es que no iba a importarle una vil basura, pero el hecho es que, según mi humilde opinión, cuando expresamos lo que sentimos a través de la red, no buscamos llamar la atención ni de conocidos ni de desconocidos.

Cuando internet surgió y comenzaron a pulular los programas de chat, no había una herramienta social que te permitiera desarrollarte como usuario único, exceptuando un nick o alias. Es decir, las opciones eran muy limitadas en cuanto a expresar tu personalidad.

Hoy en día, las opciones son infinitas. Tanto en redes sociales, como en blogs, en canales de youtube, perfiles de páginas de contactos o en mil plataformas más, podemos expresar clara y llánamente que tipo de persona somos. Que nos gusta, que nos hace llorar, que comida preferimos los viernes, o cuántos amigos de Torreperogil tenemos.

Actualmente la red es una parte más de nuestras vidas. Sería estúpido decir una cosa diferente.

Pensamos, actuamos y sentimos de forma sensiblemente distinta a antes de que internet apareciera en nuestras pantallas, y ahora nuestras necesidades y nuestros anhelos forman un conglomerado bien diferente.

Si eres una persona que disfruta expresando cláramente cómo te sientes en todo momento, en la red vas a seguir siendo esa misma persona. La propia red te invita a que expreses cómo eres, cómo piensas y qué te preocupa. Hay toda una serie de herramientas diseñadas única y exclusivamente para que desarrolles tu personalidad y tu vida en un paso más allá.

Es por ello que pienso, que la inmensa mayoría de las personas que manifestan lo que piensan, sienten y desean a través de internet, no buscan un reconocimiento de desconocidos. El que sea un tipo cerrado lo seguirá siendo en su facebook, y la que sea una buscona se le notará en su canal de youtube. Y evidentemente, al que le guste llamar la atención, puede hacerse aquí de oro.

Hoy en día, Internet es una forma más de comunicarnos con el mundo y de comunicarnos con nosotros mismos.

¿En el futuro hablaremos de la novedad de «comunicarse en persona»?

Un saludo lectores

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Hay muchas razones para hacer un artículo hablando sobre esta serie y, para bien o para mal, no todos son relativos a la serie en si misma. Aquellos que navegan con frecuencia por internet se habrán cruzado, casi seguro, de alguna manera u otra  con alguna referencia al programa y probablemente seas conscientes de que de un tiempo a esta parte se ha formado cierto revuelo mediático, especialmente por la red y en USA en algunos canales generalistas. En esta serie de 3  artículos  intentaré exponer tanto mi opinión sobre el show como, los que creo, son algunas de las razones y síntomas detrás del seguimiento que ha despertado. Sin más dilación, empecemos a hablar del origen de todo esto:

LA SERIE

Lo primero que sorprende es que de una franquicia tan marcadamente femenina, infantil, cursi y alienada como es la archiconocicda  “My little pony” haya surgido una serie capaz de focalizar tanta atención y buenas críticas. No voy a entrar en analizar los orígenes de la marca ni sus características porque creo que son más o menos conocidas y tampoco vienen demasiado al caso. Una simple imagen basta para comprobar a primera vista las diferencias entre esta serie y sus predecesoras.

Ejemplo gráfico de como una purga de azúcar puede mejorar una serie

Como puede apreciarse, el estilo de dibujo ha cambiado a uno mucho más sencillo y colorista. A poco que uno vea algunos minutos, puede apreciar que el diseño y la animación son dinámicos y expresivos, lo cual creo que ha contribuido a posteriori a la miríada de imágenes, gifs y demás que se ha desatado en torno a sus personajes. Si tuviera que definirla en una sola palabra seria que es “simpática” (o nice, que dirían los angloparlantes) Pero ¡siguen siendo ponis con dibujitos en el culo! ¿Por qué demonios la serie tiene tantos fans?

En mi opinión, esta serie pertenece a la misma categoría en la que podríamos clasificar a otras como «Bob Esponja», «Phineas y Ferb», «Dave el Bárbaro» o casi cualquiera de Cartoon Network (por citar unas pocas) enfocadas, como es lógico, a un público preferentemente infantil-adolescente pero que cuentan con un sentido del humor que no conoce de edades. La razón puede recaer en su principal responsable creativa: Lauren Faust, responsable de otras series como «Las Supernenas»,»Foster, la casa de los amigos imaginarios» o » Codigo: KND».

La propia Faust explica que cuando le propusieron participar en la serie tuvo sus recelos. La franquicia nunca le había atraído especialmente por considerarla estereotipada y alienada, quizás por eso mismo sus esfuerzos se dirigieron a crear un producto diferente y que fuese disfrutable tanto por las niñas como por los padres que tuvieran que aguantar la serie que su pequeña se encapricharía en ver. Este es un rasgo que Friendship is magic comparte, no solo con las series antes mencionadas, sino con otras obras de la gran pantalla como  pueden ser las películas de animación de Pixar o Dreamworks: la consideración de que un producto “para todos los públicos” no tiene que ser estúpido o infantiloide. Aprovecho para decir que esta clase de animación es, en cierta forma, un privilegio con el que contamos nuestra generación y que también es extrapolable a otros medios dirigidos en sus orígenes a los más pequeños como pueden ser los videojuegos o los comics (aunque ciertamente este último sufrió una sofisticación décadas antes de que naciéramos).

¿Qué se puede esperar entonces de esta serie? Pues lo dicho: ni más ni menos que una buena serie de animación apta para todas las edades. Su gran acierto es no masticar en ningún momento más de lo que puede tragar. La ya mencionada expresividad de los personajes, la acción dinámica, el humor simple pero no idiota, congruencia con su propio contexto y un detallismo muy de agradecer son sus principales virtudes. En todo momento ofrece un producto muy simpático, pero siempre manteniéndose dentro de sus límites (por ejemplo: los personajes nunca reciben un daño físico real). Pero sobre todo: en ningún momento sentirás que están insultado la inteligencia del espectador.

¿Merece la pena verla? Si me preguntas a mí, desde luego si disfrutas de los dibujos para todos los públicos no encontrarás en esta serie ningún motivo por el que no debieras verla. Obviamente, puedes tener preferencia por otras series o directamente puede que no te agraden las series de animación, pero creo que la obra en si misma tiene pocos puntos negativos.

No es «Lost», no es «Los Soprano», no es «Fringe». Sencillamente es un show con el que puedes disfrutar de un rato divertido y que probablemente te muestre que no hay franquicia mala, sino malos enfoques. Mi consejo es que no os dejéis llevar por opiniones externas que la vilipendien o  la vanaglorien como  la panacea. Tanto si crees que la serie no es para tanto como si crees que te va a gustar busca cualquier capitulo en youtube y júzgala por ti mismo. De hecho animo a los lectores a que lo hagan y compartan sus opiniones en blog.

Eso si, conviene apuntar que los dos primeros capítulos, que sirven de introducción, no se adaptan demasiado a lo anteriormente descrito, contando una historia en la que interviene la sempiterna profecía de un antiguo mal a punto de resurgir y la búsqueda los llamados “elementos de la armonía” (sic) que (¡Oh sorpresa!) están encarnados en las protagonistas de la serie.

Notareis que no he hecho ninguna referencia a los personajes protagonistas, el trasfondo o el argumento de la serie en si misma. Se debe a que estos artículos no se limitaran al propio programa, sino también a su cobertura y repercusión; además estas cosas podéis encontrarla fácilmente a poco que busquéis en Internet y no veo adecuado detenernos en ella.

No quisiera terminar este artículo sin recomendaros una curiosidad: un artículo donde se critica a la serie y la respuesta que la propia Lauren Faust da a dicha reseña. Si manejais la lengua de Alan Moore (¡que te follen Shakespeare!) es bastante interesante leer al creador de una obre responde directamente a una critica de la misa:
– Artículo » My Little Homophobic, Racist, Smart-Shaming Pony» http://msmagazine.com/blog/blog/2010/12/09/my-little-homophobic-racist-smarts-shaming-pony/

– Artículo de Lauren Faust «My Little NON-Homophobic, NON-Racist, NON-Smart-Shaming Pony: A Rebuttal»  http://msmagazine.com/blog/blog/2010/12/24/my-little-non-homophobic-non-racist-non-smart-shaming-pony-a-rebuttal/

En la próxima entrega os hablaremos de… ¡los bronies! (Y no, no de esos rellenos de yerbajos raros precisamente)

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Darte cuenta de que estás en uno de los lugares más frecuentados de Sevilla haciendo botellón con Martini con hielo y vaso de cristal te hace asumir que tus buenos años hace tiempo que se fueron.

Y precisamente en torno a esta reflexión surgió la idea de este post. Aclaro la idea. Si a todos nuestros queridos, adorados, y en el 90% de los casos conocidos lectores, les hicieramos una encuesta acerca de si beben o no, o responden que sí o mienten sin ningún tipo de piedad. Quiero ver yo aquí al guapo que me diga que no usa como excusa «es que es fin de semana» para meterse entre pecho y espalda una botella con alcohol de dudosa calidad. Yo debo reconocer que no usaría el fin de semana como excusa. Me da lo mismo que sea sábado o martes. Pero no voy a meterme por esos derroteros, la idea que impulsó este artículo es que todo borracho tiene su origen, y voy a intentar reflejar las etapas por las que pasa con la mayor coherencia posible – y siempre con la experiencia propia como base -.

Procedamos.

De 0 a 12 años: A todos nos daban un culito de champán nuestros padres en fin de año. Los pobres incautos no podían imaginar que  en ese inocente sorbo estaba la semilla de una futura y peligrosa afición a los cubatas.

De 12 a 16 años: Los hay que empiezan un poco antes, los hay que empiezan un poco después, pero la realidad es que en este rango de edad se produce el primer y tímido ataque al órgano hepático. Durante esta etapa se recurre al socorrido ciego tempranero, es decir, quedar con tus colegas a una hora comprendida entre las 6 y las 8 de la tarde, porque en el mejor de los casos tienes que estar a la 1 a.m. en tu casa, y como alguno de tus progenitores te detecte el brillito del alcohol en las cuencas oculares te puede caer la de Dios. Por supuesto, durante esta época, quizá por el poco crítico ejemplo que tomas de tus mayores, le tienes el suficiente respeto al alcohol como para ahorrar durante la semana y comprar botellas de calidad mínimamente aceptable – J&B, Negrita, y Malibú con Piña en el caso de las chicas.

De 16 a 18 años: Cuando estás al borde de la mayoría de edad te crees que te comes el mundo. Esta edad es especialmente importante porque supone la primera toma de contacto – suponiendo que no te haya dado por tirar tu vida por la borda con unos años de antelación – con el amplio mundo de drogas que suele acompañar al consumo masivo e irresponsable de alcohol. Seamos sinceros, a no ser que dediques tu vida a la oración o que decidas orientar tus pasos por el ridículo mundo del «straight-edge» – ni bebo, ni me drogo, ni follo sin que me digan que me quieren -, esta edad suele ser el pasó a la Primera División del comportamiento acabado. Como mínimo estrenas tus pulmones con hierba o hachís – aunque este caso concreto suele tener un debut bastante precoz -, pero no serán pocos los que empiezan a tontear con las drogas de diseño. En cuanto al alcohol, en un vano intento por aparentar más edad de la que se tiene dedicas una cantidad insultante de dinero en comprar primeras marcas, siendo en este caso Jack Daniel’s, Brugal y Absolut unos compañeros de borrachera acojonantes. Sobra decir que aquí se produce el primer acercamiento a las únicas bebidas que te acompañarán el resto de tus días: la cerveza y el tinto.

De 18 a 25 años: Repasemos. Llegados a este punto llevas una media de 8 a 10 años bebiendo. Las primeras borracheras, intoxicaciones y comas quedaron atrás, y hace tiempo que dejaste de buscar el lujo en beneficio de la efectividad y el ahorro – papá y mamá te han cortado el grifo y a no ser que encuentres un trabajo vives de las sobras -. Es precisamente durante estos años cuando se descubre el maravilloso mundo del que a partir de ahora llamaremos «alcohol de mierda». Los supermercados de tu barrio descubren ante ti el peligroso abanico de posibilidades que ofrece el alcohol barato. Y Mercadona y Carrefour se convierten en tus principales aliados. John Cor, Almirante, Disscount, Loch Castle, Knebep, Yacaré… Da igual si te gusta el whisky, el ron o la ginebra, si sabes dónde buscar tendrás un bonito y efectivo botellón en el que apenas tedrás que invertir 5€. Además, con la llegada o proximidad del primer cuarto de siglo se hace la primera gran escisión en el universo del bebercio: litrona en el parque o caña en el bar. No son dos opciones necesariamente incompatibles, pero la preferencia por una u otra opción depende en gran medida de la disponibilidad económica del borracho en cuestión.

Hasta aquí llega esta primera reflexión sobre todo lo que nos metemos entre pecho y espalda según la edad que tengamos. En la próxima – y última – parte del artículo detallaré la evolución definitiva que sufre el aficionado a las bebidas espirituosas, y quizá la más temida por todos:

El Pureta.

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Hamijos míos, me complace decir, que por fín hemos entrado en Septiembre.

No compañeros, no estoy loco ni contrato a abogados pájaro para que me defiendan en los juicios (toma chiste freak…)

Lo único que me ocurre es que ODIO el calor.

A veces creo que el sol se ríe de mi al más puro estilo Sr. Burns...

Septiembre es la puerta de entrada de toda una avalancha de terribles sucesos que alterarán sin piedad alguna nuestro estado de ánimo hasta dejarlo hecho una necropapilla, pues comenzarán las clases, terminan las vacaciones, las minifaldas se irán convirtiendo paulatinamente en largos pantalones y los escotes ascenderán lentamente hasta el cuello,  se acaban los días de vagancia, volverá el estrés y por desgrcia volverá el salir sólo los fines de semana.

Sin embargo, para mi gozo, también es el inicio de una mágica escala exponencial de frío que azotará impíamente a todos los mortales. Magnífico y sublime frío.

Atrás quedará andar en calzoncillos y seguir teniendo calor. Atrás quedará mirar hacia el sol gritando ¿¡Por quEEeeEeEeEe!?. Atrás quedaron los litros de cerveza calientes, beber cubatas con hielo, el tener que esconder tu almacén de víveres (algunos la llaman barriguita cervecera) cuando estás en bañador, y sobre todo… se acabará el estar tirado en la cama por la noche rogando a Chtulhu que ascienda pronto de las profundidades para comerse tu alma, pues nadie conseguiría dormir con tal explosión de agónico calor.

No estoy gordito... ¡Son provisiones para el invierno mentecatos!

Por fín queridos y queridas, veo el fín del calor y la llegada de mi amado frío. Septiembre comienza con el mejor de los presagios, frío otoñal y lluvia.

Ideal para quedarse en casa bebiendo vino observando por la ventana a los pobres desgraciados que creyeron que por ser aún verano se podía ir en manga corta. También es buena idea quedar con la chorbi para echar un kiki, pero los menos privilegiados nos contentamos con el vino ¡Que está más al alcance de todos!

Hamij@s, que viva el frío, coño.

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